También en Facebook:

Este blog forma parte de la comunidad Blogs de ocio:

SE AVISA: CONTENIDO PARA ADULTOS

martes, 19 de marzo de 2013

Capítulo VIII.- Quiero, necesito, deseo


Mientras Julio conduce, no puedo dejar de mirarme las manos. En este mismo coche le hice una mamada hace unos días… Y quiero más. Quiero que pare el coche y me desnude y me mime como hizo la otra vez. Quiero que me folle ahora mismo para poder demostrarme a mí misma que puedo controlarme; que puedo tener sexo sin sucumbir a mis instintos, sin despedazarlo. No quiero acabar matando a Julio pero…

-                Vamos a follar –dice de repente, como si me leyera los pensamientos, mientras para el coche en un callejón del barrio gótico. No me había dado cuenta de que me ha llevado por aquí.
-                ¿Qué? –es lo único que atino a decir.
   Sólo puedo quedarme mirando su mano, que pasa del cambio a mi rodilla y se desliza por mi muslo. El frío del aire acondicionado me ha puesto la piel de gallina y el calor de su mano es un alivio. El roce me provoca pequeñas punzadas entre los labios, que parecen ya ansiosos. Llevo tanto rato pensando en lo mismo que estoy mojada sin que me toque.
-                Me interesas, Minerva. No me importa que seas una ménade. –Esas palabras… ¿Cuántas veces he querido oírlas? Nadie me ha dicho algo así nunca. Nadie se ha fijado en mí por ser yo. Nadie… Ni siquiera mis padres.
-                Eres un acosador con gustos freaks –me rio mientras sigue bajando la mano y deslizándola bajo mi vestido hasta mi entrepierna.
   Cuando sus dedos tocan el bizcochito sin cobertura parece dudar. Aguanta la respiración y se le acelera el pulso. Se está excitando.
-                ¿Y esto? –Se sorprende mientras levanta la tela y me lo deja al aire.− Vas toda depilada, Minerva –se sonríe como tanto me gusta mientras acaricia mi clítoris en pequeños círculos y me abro de piernas.
   Este único dedo me hace temblar. Apoya toda su mano en mi pubis y sólo mueve el dedo corazón mientras los otros separan hábilmente los labios de la boa. Me lo mira con curiosidad mientras intercala los rodeos con pasadas enteras por la humedad de mi coño... y juego con él cuando mete un poco el dedo y lo aprieto. Tengo lso músculos bien entrenados.
   El estómago empieza a rugirme mientras me pongo a horcajadas sobre Julio y él reclina el asiento. Quiero quitarle la camiseta pero me detiene y empieza a desabrochar los botones de mi vestido poco a poco. Se me acelera el pulso y noto cómo se le pone dura entre mis piernas. Quiero abrazarlo y deslizo las manos bajo la camiseta par notar su piel, para notar su calor. Apoyo la nariz en su cuello e inspiro su after-shave.
   Julio me abraza bajo el vestido y me aprieta contra su cuerpo mientras lo beso. Deslizo mi lengua entre sus labios y juago con la suya, la hago salir, la muerdo y la hago mía. Pequeños tirones que le arrancan gemiditos adorables. Baja una mano por mi espalda y noto sus caricias en todo mi cuerpo. Tiene unas manos tan calientes que me ponen a cien; son grandes y duras, experimentadas. Parece que con cada caricia me derrite y me moldea a su gusto. Me absorbe y me besa; me posee, me desea.
-                 Profe –gimo cuando noto que me acecha con la punta del capullo, ardiente.
-                Me encanta tu voz –susurra, aunque sabe que no importa que nos oigan. No me importa.
-                Fóllame –le pido, y me coge de la cintura para irme bajando a su ritmo, para empalarme lentamente.
   Me baja hasta cubrir la punta y me hace mover las caderas en círculos con los que su polla se abre paso a través de mí. Instintivamente aguanto la respiración y luego jadeo y me lamo los labios sin dejar de mirarlo a los ojos. Esos ojos oscuros que me absorben y me dejan sin aliento.
-                No te quiero –le digo mientras bajo hasta abajo y empiezo a moverme como sé.
-                Lo sé –sonríe mientras me agarra una teta y se la lleva a la boca, obligándome a agarrarme del volante para poder seguir cabalgando.
-                Te deseo demasiado –admito en un gemido.
   Estas palabras me duelen pero sé que son verdad. Ansío estar con Julio porque no puedo; es la ley de la contra. Quiero que me mire y que me quiera porque sé que no puede ser. Necesito estar más con él y hablar y vivir. Quiero vivir más que nada en este mundo porque estoy muerta por dentro. Estoy completamente perdida. ¡Estoy harta de subsistir porque mi instinto así lo desea!
-                ¡Quiero ser una mujer! –lloro mientras mi cuerpo ya no me hace caso y llega al primer orgasmo. La ménade dentro de mí ruge como una pantera y se apodera de mis manos para clavar las uñas en los hombros de Julio.
   Él parece completamente poseído por mis toxinas y se apodera de mí como un animal en celo. Cada vez más fuerte, cada vez más rápido. La sangre del profe me mancha las manos y me relamo mientras mis ojos llora, mientras berreo. Esta dualidad que me mata está a punto de partirse en dos. Ojalá desapareciera yo y quedara la otra.
-                Voy a hacerte una mujer –jura, y apresa mis muñecas a mi espalda mientras me muerde la base del cuello y me hace daño.
   Julio sale de dentro de mí y se pone un condón con una mano, siempre precavido. Luego me muerde un pecho mientras me folla con más dureza. Sigo llorando y tiemblo de miedo mientras me resisto a correrme otra vez.
-              Me duele –le digo mientras se le hincha a través del látex y me baja hasta la base para dejarme ahí y hacerme botar rápidamente.− Para, por favor –le suplico.
-                No voy a parar hasta que te corras de verdad, Minerva.
   Y me besa de nuevo entre sus jadeos. Noto los primeros cosquilleos de la caída pero no quiero y aprieto los músculos mientras cierro los ojos. No voy a correrme otra vez. No ahora que he conseguido no atacarte.
-                No te aprietes así, por favor –gime él, y se corre como por descuido.− Mierda, Minerva. ¿Por qué?
-                No quiero –insisto, pero él sigue moviéndome.
-                Si se me baja y se te queda el condón dentro te jodes –se enfada, y me da más fuerte.
-                ¡No! –Pero mi fuerza no es suficiente para soltarme. Se le empieza a poner blanda y noto el semen caliente a través de la goma. El mero hecho de pensar que puede acabar esparcido dentro de mí me pone cachonda y vuelvo a notar la subida del trenecito. Es como una montaña rusa con una caída de 140 metros.
-                ¡Córrete! –me ordena.
-                ¡Te comeré! –lo amenazo, pero lo que digo y lo que hago se contradicen. Adoro lo que me hace y el peligro me pone cachondísima.
-                Dice caperucita al lobo –se ríe. Su yo más perverso me embriaga como si fuera un sátiro pero su olor humano y la sangre manando de sus hombros y goteando me demuestra que sólo es humano. Sólo una víctima más.
-                Profe –gimo su nombre, ya en la cumbre.− Fóllame profe, por favor. ¡No pares! ¡Dame más fuerte!
   Y me besa para beber de mi orgasmo, de mis gritos de placer. Que Julio me bese hace que no necesite aguantar el momento y me suelte en la caída, levante las manos y disfrute del placer. Él hace que me sienta satisfecha, que me sacie.
   De repente, me levanta de la cintura y se la agarra para evitar que se le salga el condón. En su cara leo la preocupación y sigo el impulso de besarlo de nuevo, con los ojos cerrados para que no vea a la ménade destrozar mi mente con tal de salir. Esta noche no, hoy no. No voy a comerme a Julio.
-                Creo que te necesito –admito mientras vuelvo a sentarme y salgo del coche para irme a casa de Marco.
-                ¡Espera, Minerva! –me pide, pero no miro atrás. Esta noche no.

Si estoy con Julio, creo que puedo ser yo misma… Pero Marco no desaparece de mi mente y mi yo más salvaje lo anhela…
Quiero a Marco y lo necesito.
Deseo a Julio y también lo necesito.
Ahora estoy aún más perdida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario