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martes, 19 de marzo de 2013

Capítulo VII.- Punto de no-retorno



-                ¿Ves como no pasa nada? –se ríe Julio cuando lo miro de nuevo. Lo que él no sabe es que me he mordido la lengua hasta hacerla sangrar.
   No me veo capaz de mirarlo a la cara y me hago la dormida el resto del camino. No quiero hablar y agradezco que ponga la radio hasta detener el coche frente a mi edificio. De seguido, me toca el brazo y hago que despierto.
-                Buenas noches –se despide, y le gruño en respuesta sin salirme del papel.


El lunes salgo cinco minutos antes de clase para no tener que hablar con él. ¿Qué he hecho? ¿Por qué le he dicho lo que soy? Cada vez que lo veo me mira con curiosidad, como si fuese un puto unicornio. Debería haberme quedado a dormir en la calle pero… ¿Cuánto hace que no estoy con un hombre de verdad, sin tener miedo a hacerle daño? Ojalá pudiera olvidarme de este “hambre” que tengo cuando voy a follar… Creo que lo único que puedo hacer es intentar pescar a Marco pero… no sabe igual. Cuando Julio me tocó sentí una calidez que no noté en el sátiro en toda la noche que pasé con él. A lo mejor estaba demasiado desesperada y si lo conozco… ¡Bah! ¿En qué estoy pensando? Lo mejor que puedo hacer es centrarme en estudiar y llamar a Marco cada vez que necesite un “respiro”.

Miércoles. De nuevo clase con Julio. Antes de salir por la puerta le devuelvo el libro de mi padre junto con una nota: “Lo siento”. No es mucho pero a lo mejor así empieza a pasar de mí.

¿Por qué yo? Esta casualidad ya roza el acoso. ¿Cómo puedo encontrarme a Julio en una cafetería a la que no voy nunca? Me saluda con la mano y lo ignoro. No sé qué pensar. ¿Me está espiando? Ya llevo un par de semanas que mire donde mire lo veo.
-                Eres un acosador –le digo antes de sentarme en la mesa con él y pedir un batido de fresa. Sí, fresa. Normalmente pediría de plátano pero no quiero enviar señales fácilmente malentendidas.
-                Es mi pequeño defecto –sonríe con esa naturalidad tan suya. Tiene una doble cara, sin embargo. Tan perfecto no es, y yo lo sé. Dentro encierra una violencia que me atrae mucho… ¡Deja de pensar en sexo, maldita sea!
-                ¡Y no lo niegas!
-                ¿Para qué? –Esa mirada tan fría ha sido un golpe bajo.
-                ¿Quieres diseccionarme o algo? –pregunto llanamente mientras bebo el batido.
-                Nah… Sería muy aburrido.
-                ¿Entonces puedo sentirme aliviada?
-                De momento. Me interesa mucho el tema de las ménades y los sátiros. ¿Sois muchos?
-                Adiós. –Y me levanto tras darle el último sorbo al batido.
-                ¿Por qué?
-                Porque no voy a hablar más de ese tema contigo –me enfado. Algo dentro de mí deseaba que Julio me siguiera por mí, no por lo que soy.− No sé ni por qué te dije lo que somos así que agradecería que lo olvidaras. ¿Puedes?
-                No puedo, la verdad. –Que no me sigas, maldita sea.
-                Marco y yo tendremos que continuar la especie –suelto así sin más. Creo que ahora dejará de seguirme… Y pensar que he estado a un paso de no poder arreglar esto…

-                ¿Y a qué viene que me llames? –Marco parece molesto. Realmente es un capullo que sólo piensa en sexo pero si quiero algo de acción tengo que contar con él. De lo contrario me cansaré de mis juguetitos.
-                ¿Tienes planes para esta noche? –Tengo la sensación de que las paredes de mi piso se me van a caer encima en cualquier momento. ¡Maldito Julio! ¡Deja de pasearte por delante de mi casa!
-                ¿Quieres que vaya yo a tu casa, entonces? –se interesa. Ha sido muy cortés por su parte ofrecerse a venir hoy él, pero no quiero que se encuentre con Julio.
-                No, ya voy yo. Tengo el piso hecho un asco –me rio de forma forzada.
-                Dime, Minerva…
-                ¿Eh?
-                ¿Vas a ponerte aún más guapa hoy? –me pica. Sabe que sé a lo que se refiere. La última vez no había tenido tiempo a depilarme del todo pero llevaba el pelo del pubis bastante cortito.
-                Hoy está todo rapadito para ti –miento. Voy a tener que darme una ducha rápida.
-                Ok. Hasta ahora –me dice con ese matiz tan sexy que me derrite.
   Rápidamente me meto en la ducha y me enjabono bien, ansiosa. Me encanta depilármelo por completo. Se queda tan suave…
   A medida que paso la cuchilla, bien abierta de piernas, noto cómo me arden las mejillas. Es tan rosadito… Me encanta verlo. Me lo abro bien con una mano mientras trabajo con la otra. El jabón se mezcla con mi humedad y se calienta más. Adoro cuando se pone ansioso; parece que respire, que ansíe una polla dentro de él.
   Cuando suelto la cuchilla me meto los dedos entre los labios y noto su suavidad y cómo mi clítoris asoma por el bizcochito si cierro las piernas. Me estoy poniendo tanto que no quiero parar y me pellizco el clítoris suavemente con las yemas de los dedos. Así, frotándolo como si fuese una bolita mientras me restriego un huevo vibrador para humedecerlo.
   Poco a poco me lo voy metiendo. Es muy grande y siempre me duele al entrar pero me encanta mantenerlo ahí y hacerme sufrir un poco para luego meterlo y sentir una oleada de placer junto con el alivio. Lo tengo dentro y me muevo para notarlo subir y bajar; meterme los dedos y apretar para que entre bien adentro. ¡Ah, joder! Sé que voy a ir a ver a Marco pero… Tengo muchas ganas, muchísimas.
   Empiezo a masturbarme con más fuerza mientras intento poner el huevo. Me duele y me gusta. ¡Lo adoro! Así, así. Venga, antes de que se me canse la mano. ¡Más fuerte! Así, venga. Me abro bien los labios para poner el huevo, grande y húmedo. Me duele pero me encanta. Sólo un poco más. Sigo empujando y me meto el pulgar por detrás para darme más placer.
-                ¡Venga, sal! –le pido, y aprieto bien las piernas en cuclillas para expulsarlo.
   ¡Ay! Joder, qué bien. El huevo ha salido con un montón de agua, calentita y chorreante. Me encanta cuando eyaculo mientras me corro. ¿Por qué no podré aguantar más? Quisiera poder mantenerme en un orgasmo eterno… si no temiera las consecuencias.

Después de secarme bien y dejarme el pelo suelto, me pongo un vestido de esos que se atan por delante, sin nada más debajo. Quiero darle una sorpresa a Marco.
   Sin embargo, cuando salgo a la calle Julio me está esperando ahí, apoyado en su coche y con el móvil en la mano. No quiero hablar con él pero cuando pretendo ignorarlo y seguir calle arriba me mira  y me ensaña la pantalla del teléfono:
Ta noxe toy cn mine XD
No vngas.
   ¡Maldito subnormal! Ese mensaje sólo puede ser del idiota de Marco. ¡¿Por qué?! ¡Maldita sea! ¿Qué cara pongo yo ahora? ¿Eh? ¿Qué le digo a Julio? Yo… Yo no tengo que decirle nada. No es nada mío. No soy nada suya.
-                ¿Quieres que te lleve? Está un poco lejos –se ofrece. Esa sonrisa de medio lado hace que desconfíe. Sabe que estoy huyendo de él. Cree que no soy capaz de estar a su lado sin hacer nada.
   ¿Qué hago? ¿Doy media vuelta y demuestro que soy una cobarde o paso el punto de no-retorno y me subo en el coche? ¿Sería capaz de follarme a Julio sin comérmelo?

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